Bandas imaginadas que habitan libros

7:42 p. m. Conx Moya 0 Comments


Prueba de portada para regalo
En mi libro en construcción he imaginado varios grupos musicales que participan en la trama. El principal de ellos es Cierre por impago, el grupo de los amigos de infancia, Marcos y Germán. A lo largo de ‘Sin pedir permiso’, junto con grupos y músicos reales a quienes los chicos van a ver en concierto (Ani DiFranco, Black Crowes) aparecen muchas más bandas inventadas, que tienen que ver con la radio. Para Cierre por impago me animé a “componer” la letra de cuatro canciones (una de ellas es ‘Hecatombe vacacional’: Me sentí morir / Terminaste para mí / Holocausto playero / Hecatombe vacacional), e imaginé que el grupo lanzaba una maqueta autogestionada y con la que consiguen incluso actuar en directo; la maqueta tiene nombre, portada, canciones e incluso incluye alguna versión. En un libro sobre jóvenes metidos en el ambiente de las radios libres de los años 90, la música, los fanzines, los conciertos y las bandas ocupan un lugar muy destacado, como no podía ser menos.
En diferentes novelas actuales aparecen músicos o bandas inventadas por el autor, que tienen su importancia en el desarrollo de la historia. Se suele hacer alusiones a ellas como grupos de juventud de alguno de los protagonistas, como el Frankie de ‘Yo fui Johnny Thunders’, de Carloz Zanon, que llegó a rozar una cierta y efímera fama para quedarse finalmente en nada. “Conocí a gente, hice cosas, viví rápido, me consumí, fui osado (…) Me aplaudieron. Me adularon. Me encaramé allá arriba, engreído, grande, invulnerable. (…)¿Qué pasó? Que no todos ganamos. De hecho sólo ganan los que siempre ganan”.
Lo mismo ocurre en tres novelas que he disfrutado este año; tres libros contemporáneos estadounidenses con un rockero en su interior: ‘Stone Arabia’ de Dana Spiotta, ‘El tiempo es un canalla’ de Jennifer Egan y ‘Libertad’, de Jonathan Franzen. “Crecimos como parte de la cultura rock”, afirma Spiotta sobre su libro, “y todos estamos en la mediana edad. El pop funciona corno una bonita manera de echar la vista atrás, con sus connotaciones juveniles y su obsesión con el paso del tiempo”.
En ‘Stone Arabia’, una fascinante novela que he leído recientemente, un músico de 50 años que sufre de peterpanismo en estado agudo y todo tipo de rarezas y adicciones, desarrolla una carrera de treinta años en el underground del underground. Líder de dos  grupos, The Fake y The Demonics, vive en un mundo paralelo desarrollado en las crónicas creadas por el propio músico, donde aparecen entrevistas, discos, fanzines, críticas especializadas, carátulas y más bandas . Toda una carrera desarrollada en un garaje “Garageland”, creada con insistencia y sin desfallecer por el protagonista de la novela. “Por aquella época Nik formó su banda, los Fakes. Nik tenía la sensibilidad adecuada, y también las pintas adecuadas. Había nacido para ser un chico delgaducho y anguloso. Las pintas no eran un problema. El tema fue siempre el sonido. La otra banda de Nik, los Demonics, había tenido siempre un grupo de seguidores reducido y tendía a las experimentaciones sonoras. Lo suyo eran las canciones largas, llenas de digresiones. Eran anacrónicamente oscuros. Nadie sabía por dónde cogerlos. La cuestión es que Nik inventó los Fakes como un antídoto contra la oscuridad y la rareza de los Demonics; los Fakes eran un proyecto paralelo en el que tocar power pop y pasarlo bien. Llegaron en el momento justo en que el nihilismo de la escena punk había llegado al final de su recorrido y la gente se moría de ganas de oír un pop rock sencillo”.
Spiotta fabrica la discografía completa de su protagonista, idea las carátulas de los discos, recrea críticas discográficas a la perfecta manera de cualquier magazine musical (escritas por el propio personaje para sus crónicas), incluso reproduce la letra de una de sus canciones:
Navego por la estática, espero que me oigas,
oculto por los desvanes, entre árboles de Navidad.
Las flores de la ventana, más secas que el polvo,
aún no se han marchitado, pero pronto lo harán.
Trabajo de nuevo, lo voy a reventar,
Toco de nuevo, si es que esto es tocar,
Y todo se repite, reflejado en mil espejos.
Fue bastante divertido, tan, tan lejos...
... del mundanal ruido.
Navego por la estática, espero que me oigas,
oculto por los desvanes, entre árboles de Navidad.
¿No me oyes aún?
¿No me oyes aún?
Spiotta consiguió llevar su juego más allá al conseguir que ilustradores de prestigio, como Drew Dernavich, Alex Eben Meyer o Mingering Mike) diseñaran las portadas de varios de los discos que se mencionan en la novela. 

The Fakes, Here Come Your Fakes, Justin David Cox

The Demonics, Sound Fantastique, por Michael Fusco
El protagonista de ‘El tiempo es un canalla’ es Bernie Salazar, un productor de éxito alrededor del que pivotan una serie de personajes, algunos de ellos componentes de inexistentes bandas como Bosco de The Conduits o Wade de los Pinheads. A Bosco se le define como un “músico escuálido y jadeante que a finales de los ochenta tocaba una mezcla entre punk y ska, aquel enjambre pelirrojo e histérico (…) En más de una ocasión los dueños de los clubes habían llamado al 911 durante los conciertos de The Conduits, convencidos de que a Bosco le había dado un ataque”.
O Scotty Hausmann, un amigo de adolescencia del “capo” discográfico Bernie; en su juventud ambos eran líderes de una banda, los Flaming Dildos: “Los Flaming Dildos han tenido un montón de nombres: los Crabs, los Croks, los Crimps, los Crunch, los Scrunch, los Gawks, los Gobs, los Flaming Spiders y los Black Widows. Cada vez que Scotty y Bennie cambian de nombre, Scotty cubre la funda de su guitarra y la funda del bajo de Bennie con pintura negra, hace una plantilla con el nombre nuevo y lo pinta con espray. No sabemos cómo deciden cuándo van a cambiar de nombre, porque Bennie y Scotty no hablan nunca”. Scotty y Bernie se reencuentran cincuenta años después, en 2020, cuando Scotty se convierte en una suerte de fenómeno de masas, después de décadas de olvido y una vida de lo más gris: “(…)hizo añicos la cáscara temblorosa que Scotty había sido hasta aquel momento y liberó algo cargado de energía, carisma y fiereza. Cualquiera que haya estado allí aquel día afirmará que el concierto empezó realmente cuando Scotty se levantó. Fue entonces cuando empezó a cantar las canciones que había estado componiendo durante años, al margen de todo; nadie había oído nunca esas canciones, ni nada que se les pareciera (Eyes in My Head, X's and Watching Hardest), baladas de paranoia e inconexión arrancadas del pecho de un hombre al que bastaba mirar para saber que nunca había tenido una página, un perfil, un handle ni un handset, que no formaba parte de los archivos de nadie, un tipo que había vivido oculto entre las grietas durante todos esos años, olvidado y lleno de rabia, de una forma que ahora se consideraba no contaminada". Músicos incluidos en un mosaico de historias y personajes que se desarrolla a lo largo de cincuenta años.
Y llevando el tema del “personaje rockero dentro de una novela” aún más allá, en ‘Libertad’ de Jonathan Franzen, las bandas inventadas por el autor, The Traumatics y Walnut Surprise se materializan en una serie de canciones que se mencionan en el libro y que cobran vida en un estudio de grabación. Uno de los tres protagonistas principales de ‘Libertad’ es Richad Katz, un atractivo músico underground (como no). Mujeriego, adicto, rebelde, desencantado, salvaje y brillante. Katz, con su habitación de estudiante pintada completamente de negro, inconformista y crítico, trata siempre de escapar al éxito y la fama, historias con las que no se siente cómodo. Radicalmente libre, echa a correr en cuanto percibe un atisbo de mainstream acechando. Trabaja colocando suelos para alejar cualquier tentación al respecto. “(…) Los Traumatics, pese a unas ventas discográficas en la franja baja de las cuatro cifras y un promedio de público en las actuaciones en la franja alta de las dos cifras, habían obtenido varias críticas extensas en el Times («Plenamente original, perennemente inaudito», «Inmunes a la indiferencia, los Traumatics siguen en la brecha»), amén de reseñas breves de cada uno de sus discos a partir de Por si te ha pasado inadvertido”. Al final la fama le acabará atrapando, para su horror, con su grupo de madurez. “(…) después de la publicación de Lago Sin Nombre y el nacimiento de un «culto» a Richard Katz. Michael Stipe y Jeff Tweedy se encontraban entre las personalidades que se prestaron a respaldar a Walnut Surprise y admitir haber sido seguidores encubiertos de los Traumatics toda su vida. Puede que los fans de Richard, aquellos varones blancos, cultos y desaliñados de antes, ya no fueran tan jóvenes, pero unos cuantos eran ahora influyentes directores de secciones de cultura (…) El bochorno por la nominación a los Grammy le había causado especial desorientación”.
Tiempo después de publicarse la más que exitosa novela aparecieron en Internet unos Traumatics que recreaban la banda post punk de Katz; sean quienes sean, subieron una serie de videos a youtube con las canciones imaginadas del músico inventado. Dieron forma a las canciones, según la temática y la música que describe Frazen en la novela. Como ‘Dark Side of the Bar’, que tiene una decisiva importancia en la trama; el propio Franzen compone la letra de este tema para el libro. La cosa va incluso más allá, en los comentarios del video en YouTube alguien discute que la letra no la escribió Richard Katz, sino Molly Tremaine, una de las múltiples novias de Katz y miembro de la banda, como si fuera uno de esos debates que se desarrollan en YouTube con las bandas reales.
Hay una puerta sin rótulo a ninguna
parte
En el lado oscuro del bar
Y lo único que yo siempre quise
Fue perderme en el espacio contigo
La noticia de nuestra desaparición
Nos persigue por el vacío
Nos equivocamos al doblar en las
cabinas telefónicas
Y ya nunca volvieron a vernos
Esta gente también se animó a recrear, grabar y subir “al tubo” las canciones de la segunda banda que en la novela monta Katz en su madurez, Walnut Surprise. Se trata de un grupo pop-folk en cuyas canciones se rememora el amor y el desencuentro entre Katz y Patty, otra de las protagonistas de la novela y esposa del mejor amigo del músico. Su disco, Nameless Lake, alcanza, para su desconsuelo, cierta fama internacional, con nominación al Grammy incluida.
En definitiva, autores jugando, creando un mundo paralelo y alucinante, una brillante combinación entre música y ficción literaria.


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